Zara Larsson europeísta, Taylor Swift ‘trad-wife’, y otros álbumes más políticos de lo que parecen

Para mí, la música siempre ha sido uno de los pilares de la cultura. Hoy en día, gran parte de las tendencias, mensajes e incluso corrientes de pensamiento se ven reflejadas en las canciones que suenan en el Billboard Top 200 o en las cadenas de radio. Y es que, en este mundo tan politizado en el que vivimos, la música, aunque parezca una vía de escape, no es una excepción. Todo se ve afectado por los movimientos políticos. Así que analicemos… ¿Qué nos dice la música del estado actual de Europa y del mundo que nos rodea?

Europa y la nueva identidad cultural

Una de las artistas (re)emergentes de la industria musical, Zara Larsson, lanzó hace poco su álbum Midnight Sun, nombrado tras el fenómeno astronómico de las zonas cercanas a los polos, donde durante el verano no se llega a hacer del todo de noche, si no que hay “sol de medianoche”. La artista sueca usó una estética visual veraniega y tropical, que, al analizar el álbum en profundidad, choca con muchos de los mensajes de sus letras, como una crítica al sueño americano en su canción The Ambition, o un profundo y sorprendente europeísmo. 

Un gran ejemplo es la canción Eurosummer, que recoge una historia de amor basada en un verano idílico por el continente al estilo de grandes éxitos griegos o rumanos de los 2000. La canción menciona los besos franceses, los viajes en Easyjet, o el uso de euros. Y aunque la melodía se quede en un idealismo turístico siguiendo la tendencia del “euro summer” en redes, la composición y las referencias sirven como un gran primer intento hacia un ideario cultural común a los europeos: una forma de vivir propia. De hecho, este mismo lema de la “European way of life” (‘estilo de vida europeo’) ya lo acuñó la Comisión Europea en su plan de prioridades 2019-2024.

Every night’s an event. Kiss me, kiss me, French. Show me something I won’t forget. Now, got the euros in my hand.
— Zara Larsson, “Eurosummer”, 2025

Estados Unidos: entre el escapismo y la protesta

En Estados Unidos, la industria musical más importante del mundo afronta uno de los retrocesos democráticos y de valores más importantes de su historia. Y es que la presidencia Trump no ha dejado indiferente a nadie. Las cosas han cambiado, pero no ha sido un cambio igual para todos los artistas. The Life Of A Showgirl, el último álbum de Taylor Swift, ha sido sorprendente (y no en el mejor de los sentidos). Muchos usuarios de las redes matizan la falta de transgresión que define la música de la cantante más popular del mundo, algo que cuando es puesto en perspectiva, choca con cómo artistas que ocuparon ese puesto, como Lady Gaga, fueron mucho más atrevidos a la hora de explorar nuevos sonidos o tocar temas más sensibles como la religión, como hizo la neoyorkina con la canción Judas, usando el cristianismo como metáfora para expresar una situación amorosa. 

Volviendo a The Life Of A Showgirl, una usuaria en Tiktok lo definió como “el tipo de álbum que lanzarías bajo un régimen autoritario”. En un país en el que la seguridad jurídica y las protecciones legales a minorías disminuye, la censura y los ataques a la libertad de expresión aumentan y la presencia de fuerza cuasi-militar se refuerza en sus propias calles, un álbum como este encaja a la perfección, caracterizándose por su escapismo de los problemas actuales y sustituyéndolos por diversión superficial y problemas del primer mundo, un poco como lo hicieron los artistas de la poesía arraigada durante el régimen franquista en España. Ella parece no mojarse en las múltiples crisis que afronta su patria, pero esa falta de posicionamiento es en sí un posicionamiento.

Have a couple kids, got the whole block looking like (Got ‘em lookin’ like you) you
— Taylor Swift, “Wi$h Li$t”, 2025

Algunos de los versos dejan entrever ese deseo de una vida normativa, en la que todo el mundo “se parece a tí”, sin diversidad. Este tipo de mensajes en el contexto político actual suponen una alineación tácita con ciertos ideales conservadores que promueven una vida tradicional y homogénea. Esta parece ser su forma de asegurar su figura como líder en ventas, escapando de la creciente persecución política, como ya ha pasado a figuras de la televisión como Jimmy Kimmel, quien estuvo a punto de perder su programa de televisión debido a sus comentarios sobre la muerte de Charlie Kirk y la situación de las armas en Estados Unidos, o algunas de sus compañeras racializadas y más reivindicativas como Beyoncé.

Hablando de Beyoncé… La que fue definida como mejor artista del siglo XXI, según Billboard, concluyó este verano la gira de su álbum Cowboy Carter, ofreciendo la cara opuesta al escapismo de Swift, empapada por un fuerte mensaje político, y no exenta de persecución mediática y controversia. Cowboy Carter es un comentario sobre el borrado de la herencia negra sobre el género musical Country, la influencia del poder mediático sobre la mentalidad de la población, o la re-apropiación de los símbolos nacionales frente al patriotismo excluyente (un tema que en España tocará abrir en algún momento). 

Genres are a funny little concept, aren’t they? [...] In theory, they have a simple definition that’s easy to understand.
But in practice, well, some may feel confined.
— Beyoncé, “Spaghetti”, 2024

Beyoncé nos enseña el otro lado de la moneda: el desarraigo, dando continuidad a experiencias pasadas como Lemonade o RENAISSANCE: el racismo sistémico, la violencia policial y la celebración de la cultura queer.

El desafío europeo

Mientras que el sueño americano se hunde frente a la censura y la polarización, los europeos, que habían mirado hacia el oeste al encender la radio, se dan cuenta de que, tal vez, sea momento de aprovechar este vacío para crear algo por sí mismos. En esto, los que más experiencia siempre han tenido han sido los británicos, que, desde los Beatles, siempre han mantenido impecable su racha en los rankings, con una potente industria musical doméstica, gracias a la compatibilidad lingüística con el mercado americano, y por lo tanto, con el resto del mundo. 

Sin embargo, el Reino Unido también se enfrenta a su guerra interna particular que mantienen desde el Brexit, con un desencanto político tremendo y el extremismo con partidos como Reform en auge. Sin embargo esto no ha parado a artistas inglesas como Charli XCX, otra re-emergente, con el fenómeno mundial brat, que marcó un antes y un después en la cultura global. Otro ejemplo más reciente ha sido PinkPantheress con Fancy That, un álbum envuelto en simbología británica que, aunque no haya alcanzado el éxito de brat, ha sido muy bien recibida tanto por críticos como por la cultura virtual, generando tendencias con sus canciones en TikTok.

Fun fact: En el álbum remix Fancy Some More, PinkPantheress colabora en el remix de su canción Stateside con Zara Larsson, en la que vuelve a explorar ese sueño americano desde la perspectiva europea.

All those years I put in for the American dream. Is it worth all the work if you can’t be here with me?
— PinkPantheress y Zara Larsson, “Stateside” (Zara Larsson Remix), 2025

Por lo tanto, la dimensión política de la música es evidente, incluso aunque hablemos de las típicas canciones pop que parecen más superficiales. El papel que tienen a la hora de generar un ideario colectivo en la población y establecer el “soft-power” de una potencia es total. Y ese es un reto al que se enfrenta específicamente la Unión Europea para pasar a ser algo más que un ente legislativo y distante. Durante años, Eurovisión ha cumplido la función cultural, de unir y compartir la música de Europa a través de la representación individual de cada país, pero ahora la circunstancia es muy distinta a la de hace 70 años en la que se creó el festival.

Zara Larsson, Charli XCX o PinkPantheress no habrán conseguido la convergencia de un continente entero, pero han dado un paso importante y muy necesario hacia una cultura europea común, indispensable para conseguir una Europa federal que pueda afrontar a China, Rusia y Estados Unidos. Necesitamos romper las burbujas culturales en las que viven la mayoría de regiones europeas, y crear un relato común que verdaderamente compita con el centralismo americano. 

Los europeos que trabajan en una oficina de 9 a 5, que limpian las calles o que cuidan de personas mayores en una residencia jamás se sentirán parte de un proyecto común si lo único que ven es una bandera en los ayuntamientos, noticias sobre reglamentos y directivas que no comprenden, y bulos difundidos por foros de Facebook. Necesitamos llegar a ellos a través de la cultura, y qué mejor cultura que una canción o un álbum con el que se puedan identificar y encontrar algo en común con el resto de Europa.

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