Europa ante una defensa unida y soberana
Las conclusiones de la última cumbre de la OTAN y el debate generado en torno al gasto en defensa, particularmente tras las declaraciones sobre alcanzar el 5% del PIB en inversión militar, son esclarecedoras. La imposición egoísta de Trump choca directamente con una necesaria Europa soberana, democrática y pacífica. La respuesta europea debe ser por ende firme.
La defensa colectiva debe construirse desde la cooperación, el compromiso con las capacidades estratégicas reales y la autonomía común, no desde cifras arbitrarias. España, al igual que el resto de Estados miembros de la OTAN, ha firmado un compromiso concreto de capacidades, centrado en aportar medios efectivos en ámbitos como la logística, la inteligencia, la movilidad militar o la ciberseguridad. Estos compromisos no exigen obligatoriamente un aumento de gasto al 5% del PIB.
Si España, como está previsto, cumple con estos objetivos mediante una inversión responsable en torno al 2%, se mantendrá plenamente dentro del marco pactado y ratificado en La Haya.
Así pues, no es tolerable la lógica de presión unilateral y populista que actores como el presidente norteamericano intentan imponer en el debate público europeo, instrumentalizando el gasto en defensa para sus propios fines políticos. La política exterior y de seguridad común debe responder al interés general de los europeos, no a calendarios electorales ajenos ni a chantajes geopolíticos.
Asimismo, resulta imprescindible que toda inversión en materia de defensa debe contribuir a fortalecer la industria tecnológica y estratégica española y europea, generando empleo de calidad, autonomía industrial y soberanía compartida. Reforzar nuestras capacidades no debe suponer una dependencia mayor de terceros países, sino una apuesta clara por una Europa fuerte, independiente y democrática.
En este contexto, habrá de construirse una defensa europea coordinada, basada en la paz, la prevención de conflictos, la proporcionalidad y el control democrático. La seguridad europea no puede seguir dependiendo exclusivamente de estructuras externas. Se trata, así pues, de una soberanía común que permita a la Unión Europea proteger a su ciudadanía y actuar con autonomía en el escenario internacional.
Una Europa capaz de decidir su propio rumbo, guiada por los valores del federalismo, la democracia y la paz. La seguridad del continente no se construye con miedo ni imposiciones, sino con visión estratégica, cooperación y soberanía compartida.